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La caza de un objeto interestelar cruzando el sistema solar es difícil pero posible

El astrofísico de Harvard habla de la muestra del asteroide Bennu y una futura misión que envíe una nave espacial para interceptar, fotografiar y hasta tocar un objeto interestelar a su paso por el sistema solar

Mi rutina matutina de trote al amanecer se retrasó ligeramente por una entrevista televisiva de madrugada en la CBC News Network, una cadena de Canadá, con Natalie Kalata. Me preguntó por el significado de la muestra del asteroide Bennu hoy [por el pasado domingo. N. del T.] y respondí: «Es como tocar un pedazo del cielo». Cuando preguntó por las implicaciones científicas, le expliqué que el retorno de la muestra proporcionaría los ingredientes del sistema solar primitivo y, como una receta para un pastel, permitiría a los científicos explicar potencialmente el origen de la vida en la Tierra. Comprender nuestras raíces cósmicas ofrece una oportunidad apasionante para construir la versión científica del relato del génesis.

Las altas velocidades de los objetos interestelares dificultan el aterrizaje suave en su superficie.

La nave OSIRIS-REx (Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, Security-Regolith Explorer en sus siglas en inglés) se lanzó en 2016 hacia el asteroide cercano a la Tierra llamado Bennu. Su misión principal —aterrizar en el asteroide, extender un brazo robot y aspirar materiales de su superficie— se cumplió con éxito. Llegó a Bennu en 2018, recogió 250 gramos de material rocoso en 2020 y comenzó su regreso a casa en 2021, que finalizó el 24 de septiembre de 2023.

El brazo robot de Osiris-Rex en el asteroide Bennu. (NASA)

El 22 de septiembre de 1999, Bennu pasó a 2,2 millones de kilómetros de la Tierra y el 20 de septiembre de 2005 regresó a cinco millones de kilómetros de la Tierra. La próxima aproximación cercana por debajo de los seis millones de kilómetros será el 30 de septiembre de 2054 y luego pasará a menos de 0,75 millones de kilómetros el 23 de septiembre de 2060, según nuevos cálculos detallados. Los datos que se extienden hasta un siglo después sugieren que Bennu tiene una pequeña probabilidad, 0,04%, de impactar la Tierra en 2196.

La nave espacial OSIRIS-REx liberó su cápsula de muestra a unos 100.000 kilómetros de la Tierra. La cápsula viajó durante cuatro horas antes de aterrizar en el desierto de Utah. Desde allí, fue llevada en helicóptero a un laboratorio estéril y fue transportado al Centro Espacial Johnson de la NASA, en Houston, Texas, al día siguiente. La NASA planea revelar la muestra al público el 11 de octubre de 2023.

El análisis futuro de la muestra de Bennu podría potencialmente revelar moléculas prebióticas, como se encontró en 2021 en los 5 gramos de material recuperados del asteroide Ryugu por la misión japonesa Hayabusa 2 en 2019.

La sonda Hayabusa 2 aterrizando en el asteroide Ryugu. (JAXA)

Esto no marca el final de la misión OSIRIS: su tarea ha sido ampliada y rebautizada como OSIRIS-APEX (OSIRIS-APophis EXplorer). La nave espacial pasará junto a otro asteroide llamado Apophis, un cuerpo rocoso de 370 metros que se acercará a 32.000 kilómetros de la Tierra en 2029.

OSIRIS-REx personifica el encuentro ideal con objetos espaciales, permitiendo a los científicos aprender sobre su naturaleza y origen. Este objetivo puede extenderse desde las rocas del sistema solar hasta objetos interestelares que pasen cerca de la Tierra desde fuera del sistema solar. Estos visitantes podrían informarnos sobre entornos distantes a los que nuestra nave espacial tardará millones de años en llegar. Sondearlos nos trae ecos de la estrofa cantada por Judy Garland:

«En algún lugar sobre el arco iris
Muy arriba
Hay una tierra de la que he oído hablar
Una vez en una canción de cuna”

Por supuesto, algunos de estos visitantes podrían ser restos tecnológicos de otras civilizaciones que están gravitacionalmente unidas a la Vía Láctea y acumuladas en el espacio interestelar durante miles de millones de años. Podrían aparecer en forma de basura espacial, parecidos a trozos de plástico en el océano, o como dispositivos funcionales.

Una ilustración del objecto interestelar Omuamua.  (European Southern Obervatory M. Kornmesser)

Las altas velocidades de los objetos interestelares dificultan el aterrizaje suave en su superficie. Como describió un equipo del Proyecto Galileo en un artículo científico reciente, sería más fácil pasar cerca de ellos y hacer fotografías con una cámara de alta resolución.

Sin embargo, si lograramos un aterrizaje exitoso de una nave espacial en un objeto interestelar, podríamos inferir si se trata de una roca natural o una nave espacial de otra civilización. En ese caso, una imagen similar a la obtenida en el momento del aterrizaje por OSIRIS-REx [como se ve sobre estas líneas] podría revelar una etiqueta: «Fabricado en un exoplaneta». Y vemos algún botón en la superficie del objeto, surgirá la pregunta de si nuestra sonda debería extender un brazo robot para presionarlo.

*elconfidencial

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