Hoy en día es posible encontrar miles de dietas que prometen (prácticamente) milagros. El problema es que ninguna funciona como esperábamos, bien porque no sucede lo que prometían, porque NO están personalizadas con nuestras necesidades y carencias nutricionales, o bien porque tienen un efecto flash que no es sostenible en el tiempo y que nos la devuelve con el llamado efecto rebote.
O lo que es lo mismo, que esa dieta tan fantástica y ‘milagrosa’ nos haga recuperar el peso que habíamos perdido con unos cuantos kilos extra de más. La cultura de la dieta es uno de los principales venenos del siglo XII. ¿La razón? “Promueve la idea de que lo importante es estar delgada, sin importar cómo llegues a esa delgadez. Puede ser a través de una enfermedad, de una depresión… pero lo relevante es ser delgada”; nos cuenta Azahara Nieto, nutricionista especializada en conducta alimentaria.
Tal y como explica, vivimos premiando la pérdida de peso y penalizando el aumento. “Además, hemos asociado delgadez con salud, y eso es un error”. Por ese motivo, las dietas, que no funcionen y que en su lugar aparezca el efecto rebote frustra a miles de mujeres en todo el mundo. Pero, ¿se puede evitar? Nuestra experta es clara: sí, y con un truco más sencillo del que imaginabas.
Cómo evitar el efecto rebote de la dieta
Azahara Nieto explica que uno de los grandes problemas de las dietas tradicionales es que siguen fomentando la restricción, lo que inevitablemente conduce a este temido efecto. De hecho, según la nutricionista, este fenómeno no tiene tanto que ver con ‘falta de voluntad’ como con una mala estrategia nutricional: “Las dietas nos han enseñado a levantarnos de la mesa con hambre. A restringir. A disciplinar el cuerpo. Eso es exactamente lo que favorece el efecto rebote”.
“Si no comes suficiente proteína y no entrenas fuerza, el cuerpo no tiene de dónde sostenerse”
Por lo que, la clave está en dejar atrás esa visión punitiva de la alimentación y empezar a construir un cuerpo fuerte y funcional: “Si no comes suficiente proteína y no entrenas fuerza, el cuerpo no tiene de dónde sostenerse. Pierdes peso, sí, pero lo que pierdes es masa muscular. Luego la recuperas en forma de grasa, por eso vuelve el peso y vuelve peor”.

La nutricionista y autora de ‘La culpa engorda’, insiste en que no se trata de perseguir una talla, sino de entender qué necesita fisiológicamente el cuerpo para funcionar, un aspecto que ni tenemos en cuenta, ni pensamos siquiera que sea importante. “La proteína no es negociable. En cada comida tiene que haber una fuente proteica suficiente, porque es lo que mantiene la masa muscular, estabiliza el hambre y previene que el metabolismo se ralentice. Si no, cualquier dieta, por muy coherente que parezca, acaba fracasando”.
Además, también subraya que el entrenamiento de fuerza es igual de importante que la alimentación, especialmente para las mujeres. “Nos han enseñado a hacer cardio para adelgazar, pero el músculo es lo que de verdad cambia tu cuerpo. Entrenar fuerza no es para ‘ponerse grande’, es para mantener el metabolismo, para tener energía y para no vivir eternamente en una dieta”.
¿Cuál es la solución entonces? “Si quieres que no haya rebote, no puedes comer como un pajarito ni matarte a correr. Necesitas comer suficiente y entrenar fuerza. No hay otro camino”. En otras palabras: equilibrio, conciencia corporal y personalización nutricional.
















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