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Un arquitecto especializado en bienestar apaga el aire acondicionado para usar tres trucos sencillos para refrescar la habitación

Arquitecto observando
Arquitecto observando
Un arquitecto especializado en bienestar propone pequeños gestos con grandes resultados para mejorar el descanso en las noches de calor.

Las noches de verano pueden convertirse en una auténtica pesadilla cuando las temperaturas no dan tregua. En muchos hogares, especialmente en los que no cuentan con aire acondicionado o prefieren no utilizarlo por motivos económicos o de salud, el calor acumulado durante el día convierte el dormitorio en un horno imposible de conciliar el sueño. Y lo cierto es que descansar mal tiene consecuencias directas en nuestra salud, desde el mal humor y la fatiga hasta una menor capacidad de concentración.

Frente a este problema tan común como molesto, el arquitecto Leo Rogel ha querido compartir en su canal de YouTube varios trucos prácticos para hacerle frente al calor nocturno sin necesidad de recurrir a grandes aparatos ni consumir más energía. Rogel, especializado en bienestar y diseño funcional, insiste en una idea que muchas veces se pasa por alto: “los ventiladores no enfrían, solo mueven el aire”. Por eso, explica, si realmente queremos que nos ayuden a descansar mejor, necesitamos aprender a sacarles más partido con algunos cambios muy simples.

Su propuesta se basa en combinar el uso del ventilador con técnicas de humidificación casera. No se trata de inventos complicados ni de soluciones costosas, sino de observar cómo se comporta el aire y utilizar el principio de la evaporación para refrescarlo. Puede parecer básico, pero si se aplica correctamente, puede reducir varios grados la sensación térmica en una habitación cerrada. Y en plena ola de calor, eso ya es mucho.

Un ambiente más húmedo ayuda a bajar la temperatura

El primer truco que propone Rogel es muy sencillo: usar un pulverizador o atomizador para rociar ligeramente la habitación antes de irse a la cama. La idea es aumentar la humedad ambiental justo en el momento en que el cuerpo más necesita frescor. Esta humedad, al evaporarse, ayuda a bajar la temperatura del aire. No es necesario empapar las paredes ni los textiles, basta con unas cuantas pulverizaciones en zonas estratégicas para que el ambiente se vuelva un poco más respirable.

Ahora bien, no todo el mundo tiene un nebulizador en casa o quiere moverse demasiado cuando ya está preparado para dormir. Para estos casos, el arquitecto sugiere una alternativa todavía más ingeniosa: mojar una toalla con agua fría, escurrirla ligeramente y colocarla justo detrás del ventilador, de manera que el flujo de aire pase a través o cerca del tejido húmedo. El resultado es que el aire impulsado por el ventilador se enfría gracias al proceso de evaporación del agua en la toalla, creando una corriente más fresca y húmeda que ayuda a dormir mejor.

Este sencillo sistema casero tiene un efecto similar al de los conocidos climatizadores evaporativos, pero sin necesidad de comprar ningún aparato. Y aunque su alcance es limitado, es más que suficiente para mejorar las condiciones térmicas de una habitación durante la noche.

Abanico en la ventana

Un ventilador bien colocado puede marcar la diferencia

Además de estos dos métodos, Leo Rogel recomienda aprovechar al máximo el aire exterior, especialmente en las horas más frescas de la noche. Para ello, propone un truco que a menudo pasa desapercibido: colocar el ventilador orientado hacia dentro, pero pegado a la ventana. De esta manera, el aparato puede captar el aire más fresco del exterior y dirigirlo hacia el interior de la habitación. Es una estrategia especialmente útil si por la noche la temperatura desciende aunque sea unos pocos grados, ya que favorece la ventilación cruzada y permite renovar el aire viciado del interior.

Aunque admite que no es un sistema tan efectivo como un aire acondicionado, Rogel insiste en que “cada grado cuenta”. Y es cierto: diversos estudios indican que la calidad del sueño se ve afectada cuando la temperatura de la habitación supera los 24-25 grados. Incluso pequeñas reducciones pueden traducirse en un descanso más profundo y reparador.

Dormir bien también es cuestión de estrategia

La clave, al final, está en combinar estos pequeños trucos y adaptar la habitación para favorecer el descanso. Mantener las persianas bajadas durante el día, ventilar en las horas más frescas y usar textiles ligeros también forman parte de una estrategia más amplia para combatir el calor nocturno sin depender de aparatos que disparan la factura de la luz.

Como recuerda Rogel, lo importante no es solo dormir, sino descansar bien. Y aunque en verano parezca una misión imposible, a veces basta con conocer cómo se comporta el aire para convertir una habitación asfixiante en un refugio nocturno más llevadero. Porque en las noches más calurosas, incluso dos o tres grados menos pueden marcar la diferencia entre dar vueltas en la cama o despertarse con la sensación de haber dormido de verdad.

*menshealth

JS

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